El Alentejo, en Portugal, siempre ha despertado un sentimiento de melancolía y empatía que nos hace amar esta región de Portugal de una manera especial, tan especial que ni siquiera podemos entender muy bien las razones de esta pasión. Podrán ser las casas blancas de sus aldeas, con sus típicas bandas azules o amarillas.
Podrán ser las colinas ondulantes y verdes en primavera, pintadas por el marrón del trigo en verano. Podrán ser sus alcornoques a perder de vista en la inmensidad de la llanura.
O tal vez sea por causa de sus gentes, de las personas que habitan esta bellísima región, pueblo que todavía mantiene vivas sus tradiciones y su esencia y que nos hace sentir siempre bienvenidos en cada pequeño pueblo del Alentejo que visitamos. Estos son los pueblos más bonitos del Alentejo portugués.
1. Marvão

Entre Castelo de Vide y Portalegre, a pocos kilómetros de España, encontramos el tranquilo pueblo de Marvão, en el punto más alto de la Sierra de São Mamede. El Monte de Ammaia, como era conocido, debe su actual topónimo al hecho de haber servido de refugio a Ibn Marúan, un guerrero árabe, durante el s. IX.
El dominio árabe, que duró algunos siglos, terminó cuando la campaña militar de 1160/66 de la Reconquista Cristiana logró aquí una victoria más, bajo el mando de D. Afonso Henriques, primer rey de Portugal.
Dentro de las murallas, se revela un bonito conjunto de arquitectura popular alentejana. En las estrechas calles de Marvão, se descubren fácilmente arcos góticos, ventanas manuelinas, balcones de hierro forjado embelleciendo las casas y otros detalles de interés en rincones caracterizados por el granito local.
Entre el patrimonio edificado, además del castillo y de las murallas que difícilmente se olvidan, destaca la Iglesia de Santa Maria, transformada en Museo Municipal, la Iglesia de Santiago, la Capilla renacentista del Espíritu Santo y el Convento de Nuestra Señora de la Estrela, fuera de las murallas.
2. Monsaraz

Monsaraz es una pequeña población rodeada de campos que descansa sobre lo alto de un peñasco, con un castillo del siglo XIV que ofrece espectaculares vistas panorámicas sobre la Presa de Alqueva y el valle del Guadiana.
Este pueblo de calles tranquilas y casas encaladas con paredes desiguales lucha, como muchas otras aldeas del Alentejo, por mantener su número de habitantes que son en su mayoría ancianos.
Hoy en día Monsaraz ha prosperado mucho gracias al turismo y cuenta con varios restaurantes, casas de huéspedes y tiendas de artesanía tradicionales. Es muy recomendable visitarlo para descubrir una Portugal más tradicional, saborear la deliciosa cocina alentejana y dar agradables paseos por sus calles.
3. Castelo de Vide

El caserío blanco florido del pueblo que sube y baja la colina, encima está el Castillo, se respiran años de historia y ocupación bien remota, una vez que en la zona existen diversos legados megalíticos, como el Menhir de Meada.
Castelo de Vide, por la belleza que orgullosamente exhibe, con una vegetación rica, es conocida por “Sintra do Alentejo”, tal es su encanto y esplendor, una de las localidades más románticas de la región alentejana
Diversos son los monumentos y lugares de interés del pueblo, destacándose el alto de su Castillo y los bonitos panoramas, pero también la “Judería”, uno de los ejemplos más importantes y bien preservados de la presencia judaica en Portugal, remontando al siglo XIII, preservándose aqui igualmente uno de los mayores espólios de arquitectura civil del período gótico.
La Judería aún preserva la Sinagoga, las ventanas y puertas ogivales de las habitaciones y las puertas de la oficina o comercio, algunas decoradas con símbolos profesionales.
4. Mértola

Mértola es un pueblo medieval encaramado sobre unas colinas rocosas que se alzan a los pies del río Guadiana, en la región del Baixo Alentejo, Portugal. Atravesar sus gruesas murallas exteriores y entrar en la ciudad antigua es como viajar hacia atrás en el tiempo. Sus calles empedradas resultan un lugar placentero para deambular.
Sobre la ciudad aparece un castillo pequeño pero importante, que domina un conjunto de casas blancas y una pintoresca iglesia que en tiempos pasados fue una mezquita.
Esta aislada población ha pasado por un largo período de estancamiento económico, lo cual ha favorecido la conservación de muchos vestigios de la ocupación islámica, hasta el punto de que Mértola es considerada como una Vila Museu (villa museo) y uno de los pueblos portugueses que mejor conservan su esencia árabe.
5. Arraiolos

Hablar de Arraiolos es hablar de sus bordados tradicionales que llevan el nombre de este pueblo más allá de sus fronteras. Aunque no existan certezas, estudios confirman que la producción de estas alfombras de «Arraiolos” arte que habrá empezado con los Moros, el siglo XII, fué muy desarrollada con los moldes que conococemos hoy en día desde el siglo XV., y alcanzó su máximo esplendor con los motivos florales del siglo XVIII.
Los bordados de Arraiolos en alfombras (o cojines) bordados con lana en las más variadas tonalidades y colores sobre una tela de juta o algodón, con los más diversos padrones y designs, cada vez más innovadores, manteniendo, con todo, los padrones clásicos.
En el mes de Mayo tiene lugar el acontecimiento « O Tapete está na Rua”, comemoración y exaltación de la cultura local que une residentes y muchos visitantes en tardes y noches animadas.
6. Terena

Las tranquilas calles de Terena se caracterizan por la hermosa arquitectura Alentejana de caserío rural blanco, de fajas coloridas, y orgulloso Patrimonio, como es visible en el antiguo Castillo de la villa, en el Santuario de Nuestra Señora de Boa Nova, en la Iglesia Matriz de San Pedro, en la hermosa iglesia de la Misericordia (siglo XVI) o incluso en las ruinas de la Ermita de Santa Clara.
En Terena, es de destacar igualmente el Pelourinho del siglo XVI, la Torre del Reloj, las ruinas romanas del pueblo fortificado de Endovélico y su santuario, y también las ruinas del Castro de Castelo Velho.
7. Alegrete

Alegrete es una bonita y pacífica parroquia Alentejana situada a más de 480 metros de altitud, en pleno Parque Natural de la Sierra de São Mamede, en el municipio de Portalegre, dueña de una antigua y rica historia.
Alegrete se ubica cerca de la frontera con España, por lo que su posición geográfica siempre permitió observar todo el entorno en la perfección, dotando a la localidad de alguna importancia y desarrollo, como aún hoy es visible en el principal monumento de la localidad: el Castillo.
Alegrete se enorgulle de su patrimonio que cuenta con la bella Iglesia Matriz del siglo XVI, las Capillas de San Pedro (siglo XV) y la Misericordia (siglo XVII), la Torre del Reloj junto a la Iglesia Matriz, datada del siglo XVII o el encantador Coreto ya del siglo XX.
Vale la pena conocer las pacadas calles de Alegrete, con su típico caserío blanco de franja colorida que alberga la verdadera esencia Alentejana, donde el tiempo parece detenerse y las tradiciones van sabiamente mantenidas con el paso de los años.
8. Évora Monte

La pintoresca y deliciosa parroquia de Evoramonte (o Évora Monte) está situada entre las hermosísimas ciudades de Évora y Estremoz. En una época de gran importancia geográfica y militar, esta villa alentejana, cuyas murallas todavía protegen a sus habitantes desde la cima, se siente como un guerrero anciano que pacientemente aguarda a los visitantes con innumerables historias para contarles.
De la misma forma que en otros pueblos alentejanos como Marvão y Monsaraz, la Evoramonte de lo alto de la colina prácticamente paró en el tiempo. Llegar allá arriba puede ser un desafío si es a pie pero esa voluntad se instala en los más osados cuando se ve el castillo desde la carretera, para quien viene de Évora o de Estremoz.
9. Santa Susana

Con arquitectura típicamente alentejana, la aldea de Santa Susana se destaca por la presencia de casitas de planta baja, todas blancas con barra azul y grandes chimeneas. Ubicada entre dos arroyos, afluentes de la margen derecha de la ribera de Alcáçovas, está distanciada de la sede del municipio por 15 km.
Las casas son todas parecidas. Además, las viviendas tienen todas las chimeneas iguales y algunas de las puertas de entrada tienen las iniciales de los primos Henrique y Manuel, junto con la fecha en que fueron construidas.
En promedio, se pintan cada dos años, por los propios habitantes. Hasta aquellas que no están habitadas son pintadas por los vecinos, que se enorgulle en esta aldea modelo de la región.
10. São Cristóvão

En el límite del aglomerado se encuentra la Iglesia de San Cristóbal, construida en el s. XVI. En su interior se encuentra una curiosa escultura quinertista del santo patrono.
La visita a San Cristóbal continúa con una ida al llamado «Talento del Mundo» y al conjunto megalítico del Tojal. El talón del mundo se trata de un gran penedo en el estrecho e impresionante valle de la Ribeira de S. Cristóvão.
Para llegar allí siga por el camino de tierra batida, frente a la Iglesia de San Cristóbal. Tome siempre la izquierda en las bifurcaciones. En cuanto al conjunto megalítico del Tojal, que está constituido por un Cromeleque con 17 menires de granito, se sitúa en la carretera municipal entre San Cristóbal y Escoural, en un camino de tierra a la derecha, frente a Quinta do Gato, en ruinas.
11. Porto Covo

El centro del pueblo es una de las plazas más bellas portuguesas, el icónico Largo Marques de Pombal, una maravilla de la arquitectura de Iluminismo del siglo XVIII, con sus casas blancas, barras azules, rojas puertas y cortinas de encaje.
De este corazón de la aldea, se extienden arterias rectilíneas que desembocan en un entorno de pequeñas playas de arena dorada y agua transparente que sugieren una anticipación del Mediterráneo.
A la vista de la aldea, ya ella siempre ligada, emerge, coronada por bandadas de gradas, la misteriosa Isla del Pessegueiro, ocupada por romanos y cartagineses, escenario de leyendas e invasiones de piratas, exponente paisajístico del Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina.
12. Flor da Rosa

Flor de la Rosa es una aldea Alentejana que se desarrolló alrededor de un importante Monasterio, muy cerca de la villa del Crato. Según la tradición, el topónimo «Flor de la Rosa» vendrá de un caballero enfermo cuya novia, de nombre Rosa, habrá ofrecido exactamente una frondosa rosa.
Sin embargo, a diferencia de lo que se preveía, fue Rosa quien primero falleció, trayendo el mayor de los disgustos al caballero. En el lecho de muerte, a menudo a llorar desgustado en la tumba de su amada, el caballero, en su lecho de muerte, pide que la flor que Rosa le ofreció le acompañara a la sepultura y que se le diera a aquel lugar el nombre de Flor de la Rosa en homenaje a su lugar amada.